Gabriel Barba: jefe de la Iglesia puntana admitió que cuando se hizo cargo de la Diócesis no era común ver gente revolviendo la basura ni chicos en los semáforos.
La máxima autoridad de la Iglesia Católica en San Luis no es de dar muchos rodeos para decir lo que piensa. Alejado de su Morón natal y de Gregorio de Laferrere, la localidad del inmenso partido de La Matanza que lo supo cobijar siete años como obispo, monseñor Gabriel Barba no le esquiva a hablar de los recientes índices de la pobreza e indigencia que reflejan lo que a diario se ve, por ejemplo, en las calles ubicadas dentro de las cuatro avenidas de la capital puntana: hombres y jóvenes revolviendo los contenedores en busca de lo que encuentren para subsistir.
“Hace cuatro años que estoy acá y hace cuatro años, cuando llegué, eso no estaba. Es realmente desde el último tiempo”, dijo el prelado, quien inició su ministerio pastoral en la Diócesis de San Luis en plena pandemia, el 11 de julio de 2020, un mes y cinco días después de haber sido designado por el Papa Francisco.
“Acá se unen dos vectores muy graves, que son la pobreza y las adicciones. Están muy juntitas y van minando la familia, van minando la sociedad, así que ojalá se puedan revertir esas cosas sociales. Yo me acuerdo que cuando recién llegué, me llamaba la atención que no veía ni chicos en los semáforos ni gente revolviendo la basura. Eso para mí era una novedad, porque en Buenos Aires es horroroso. Allá da mucha tristeza caminar por la Capital Federal. Pero no estábamos acostumbrados a que pasara esto acá, en San Luis, y ojalá se revierta esa tendencia”, comparó y se esperanzó en que la situación mejore.
Las cifras que dio a conocer el Indec a fines de septiembre fueron elocuentes: en el primer semestre del año, la pobreza creció casi 17 puntos (de 36,9% a 53,8%) y la indigencia estuvo cerca de duplicarse (de 5,6% saltó a 9,8%) en el Gran San Luis, uno de los 31 aglomerados del país en los que se hace la medición estatal.
Los guarismos nacionales también van en consonancia: la pobreza se ubicó en 52,9% y la indigencia, en 18,1%. “Los números que saca como síntesis la UCA (Universidad Católica Argentina) asustan y uno quisiera cambiarlos, porque decimos que más de la mitad está en la línea de pobreza y que el 66% de los chicos son pobres. Hay números que son horrorosos, que no se puede creer que en un país como Argentina tengamos esos números, cuando las necesidades básicas tendrían que estar satisfechas para todos”, sostuvo en diálogo con FM Lafinur.
“Lo malo de los números así tan elevados —siguió su análisis— son chicos que no se alimentan a su debido tiempo: son chicos que no van a desarrollar sus neuronas y hay cosas que después no tienen vuelta atrás, entonces se hipoteca el futuro, con una gravedad que también es parte de la realidad, que no es un problema solo de Argentina, es un problema del mundo, que es el crecimiento de la droga”.
Para el integrante de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Argentina y presidente de la Comisión Episcopal de Comunicación Social, el crecimiento de la pobreza junto a “los bajos índices de bienestar” y “el veneno de la droga” conforman un cóctel que ataca a la sociedad actual. Por eso, consideró que ahora el rol más importante de la Iglesia es “caminar junto a la gente, estar cerca de los pobres, hacer lo que se pueda para cambiar la realidad y ser portadores de esperanza”.